martes, 6 de julio de 2010

La sojización encierra graves problemas

El cultivo de soja transgénica forrajera ocupa ya el 60% de la producción de granos en Argentina y casi igual porcentaje de la superficie sembrada. Lejos de ser un hecho saludable, constituye un verdadero problema en expansión para la economía nacional y la protección del ecosistema agrícola, así como también para la vida misma de los habitantes.

Por
Alberto Lapolla*

Argentina es parte de los 19 países que permiten el cultivo de variedades transgénicas o modificadas genéticamente (OGM). Es también uno de los 5 que lo permiten a gran escala. Más aun, es el primer país del mundo en cuanto a porcentaje de expansión de los OGM respecto del total de su producción.

El 99% de la soja sembrada en nuestro país es sojaRR, es decir OGM, para hacerla resistente al herbicida glifosato. Siendo la soja una especie de polinización cerrada o autógama en un porcentaje del 95 al 99%, es dable suponer que la soja no transgénica (la llamada soja orgánica) no existe en nuestro territorio. Esto sólo ya constituiría un grave problema. Pero hay muchos más.

En principio la producción se ha transformado en un monocultivo, hecho peligroso desde el punto de vista ambiental, económico y estratégico respecto de la estructura productiva de la nación. Todo modelo basado en el monocultivo es esencialmente no sustentable y débil desde el punto de vista estructural. Sin embargo la expansión del monocultivo de soja transgénica forrajera, trae aparejada otros serios problemas.

El primero es la degradación de nuestro sistema productivo: hemos dejado de ser un país productor de alimentos para producir forraje, para que otras naciones –las más industrializadas- produzcan carne. Hemos reducido nuestra producción de carne -al reducir su área, el número de cabezas y la calidad de los campos destinados a la misma- para producir ‘pasto-soja’. Destinamos nuestras mejores tierras –del mejor ecosistema del mundo para producir alimentos- para producir forraje, para que otros países produzcan y exporten carne, en lugar de hacerlo nosotros.

En segundo lugar para producir pasto-soja hemos dejado de producir un sinnúmero de alimentos. Ya el objeto de nuestra producción agrícola no es la de producir alimentos para nuestra población y exportar el remanente, sino que todo el sistema agrícola del país está puesto al servicio de producir materias primas en forma de pasto-soja –también petróleo crudo y gas natural- para la exportación a los países industrializados.

La Argentina decidió abandonar su Soberanía alimentaria, junto con la pérdida de su soberanía económica y política. Cuando Martínez de Hoz Ministro de economía de Videla expresó: ‘si la nación va a producir acero o galletitas lo va a decidir el mercado’, hacía referencia a este cambio de modelo. La nación industrial tecnológica y científica anterior a 1976-1989 dejó de existir. Con ella también lo hizo la nación que producía alimentos para su gran mercado interno –su pueblo- e insumos para su industria.

En un proceso perverso y neocolonial la nación dejó de producir acero, camiones, vagones, tractores, aviones, tanques y barcos. Junto con la entrega de su petróleo, su gas, su energía eléctrica, sus rutas y la destrucción de sus FFCC., dejó de producir alimentos como maíz, trigo, papa, batata, lentejas, arroz, frutales, productos hortícolas, algodón, carne ovina, y alimentos en general, para pasar a destinar toda su economía a producir pasto-soja. Así China, la UE y otros países industrializados crían su ganado y producen carne para abastecer a los emergentes y gigantescos mercados asiáticos donde se asienta el futuro de la humanidad, con el pasto-soja barato que les vendemos.

En tercer lugar, se agrega la alta contaminación ambiental que produce el sistema Siembra directa-sojaRR-glifosato, ya que se basa en el uso masivo de agrotóxicos en forma permanente. En la última campaña se usaron –por lo menos- 150 millones de litros de glifosato, 20 millones de litros de 2-4-D y 6 millones de litros de endosulfán. Los últimos dos, sumados a los coadyudantes y acompañantes del glifosato son altamente cancerígenos. Para ejemplo tenemos los graves casos de barrio Ituzaingó Anexo en Cordoba, los de Loma Sené en Formosa y los centenares de casos de cáncer en Santa Fe.

En cuarto lugar: en términos ecológicos y ambientales, todo el sistema de Siembra directa-sojaRR-glifosato, no es más que un gigantesco experimento en 15 millones de hectáreas de selección de malezas resistentes y contaminaciones genéticas verticales y horizontales irreversibles, apenas imaginadas.

Un quinto aspecto del problema se refiere a que el sistema produce la pérdida masiva de mano de obra: 4 de cada 5 puestos de trabajo real se destruyen por la diferencia de Tiempo Operativo/Hombre/Ha, entre los sistemas Tradicional y SD, mientras se produce sólo 1 puesto de trabajo por cada 500has de SD-sojaRR. Un sexto aspecto sumado al anterior, es la destrucción de la pequeña producción. No son viables la huerta, el monte frutal, la apicultura, el monte nativo, artificial u otras producciones cercanas a los vuelos u aplicaciones de glifosato que por ser un herbicida total destruye todo tipo de plantaciones por deriva. Tampoco es rentable la sojaRR para superficies menores de 300, 350 y hasta 500 has según la región, por lo cual los pequeños y medianos agricultores deben arrendar sus campos o venderlos. Un séptimo aspecto se vincula al robo ‘legal’ de la propiedad ancestral y la expulsión de gente del campo.

El sistema Siembra directa-sojaRR-glifosato hace posible la producción de pasto-soja en regiones y lugares donde antes la agricultura no era posible; de allí que comunidades ancestrales o de escasos recursos, que vivían en áreas marginales ocupando sus tierras y viviendo de la producción familiar o de los frutos del monte, sean expulsados por la conspiración mafiosa de gobiernos provinciales y comunales, estudios jurídicos gansgsteriles y fondos de inversión al servicio del capital financiero internacional. Se apoderan así de enormes extensiones de tierras, que algunos estiman ya cercanas a los 35 millones de hectáreas en manos extranjeras.

Este hecho claramente ilegítimo, pues arrasa con derechos escritos en la Constitución Nacional pero no reglamentados, está introduciendo la violencia en el campo. Este conjunto de factores trae aparejadas la miseria, la expulsión y la destrucción de la producción familiar, junto con la riqueza de un sector minúsculo de población –toda la población rural del país no llega hoy al 10% del total nacional- expresadas en camionetas 4x4, maquinaria importada de alto costo, la construcción de mansiones, gastos suntuarios de todo tipo y negocios de escasa legalidad en la mayoría de las comunidades vinculadas al ‘negocio’ de la soja.

Esto se une a la brutal concentración de la tierra: 6900 familias-empresas son dueñas hoy del 49.7% de toda la tierra del país. Esta riqueza de pocos unida a la proliferación del hambre y la desocupación de la población laboriosa se expresa en los miles de Planes jefes y jefas de hogar, cobrados en pequeñas comunidades rurales donde nunca existió el desempleo.

Es bueno recordar que la mitad de la población del país está aun bajo la línea de pobreza y un cuarto de la misma es indigente. Un último tema se refiere a la dependencia del productor respecto de las multinacionales como Monsanto, propietarias de los derechos de patentes sobre las simientes y que subsumen al productor en un deudor permanente. En síntesis esta verdadera catástrofe ambiental, social y económica se ha llevado adelante para producir pasto-soja, así los países industriales pueden producir carne a bajo costo subsidiada por el hambre, el desempleo, la enfermedad y la devastación ambiental de la Argentina y los argentinos.

*Ingeniero Agrónomo genetista
AGRO | ARGENTINA | FECHA DE PUBLICACION: 25/07/2009

Efectos de la soja transgénica

Soja Natural y Soja Transgénica. Por Dr. Luis Gorostiaga. luisgorost@ciudad.com.ar
Médico gastroenterólogo. Paraná, Provincia de Entre Ríos.
El lobby de la industria montada en derredor del fenómeno de la “alimentación saludable” llámese dietéticas, naturismo, vegetarismo, etc. intenta hacernos creer que la soja es un alimento básico en esta emergencia alimentaria nacional.
La soja tiene alto contenido proteico pero carece o es muy deficiente en aminoácidos esenciales y tiene otros como la lisina en concentraciones muy elevadas; la relación calcio-fósforo es inadecuada, la presencia de filatos dificulta la absorción de hierro y de calcio. Esto y mucho más está desvirtuado por las industrias de la alimentación y los formadores de opinión.
La soja no es una panacea nutricional y debe considerarse como el resto de las legumbres. Se recomienda su uso si la alimentación es variada y completa y al jugo no se le debe llamar leche porque no la reemplaza. Se desaconseja su uso en menores de 5 años.
Tiene ácido fítico que bloquea la absorción de Ca, Fe, Mg, Zn. Contiene isoflavonas (genisteina, daidzeina) que se asegura son cancerígenos; la planta de soja absorbe del suelo manganeso y en los niños su exceso no puede metabolizarse y se acumula un 8% en cerebro con alteraciones que se manifiestan en la adolescencia. Durante el procesamiento a altas temperatura y presión se forman nitrosaminas, nitritos y lisinoalanina.

El lobby pro soja indica menor incidencia de algunos cánceres en asiáticos pero no dice la alta incidencia de otras neoplasias como muestra de la falta de honestidad industrial.

Además está el tema de la soja modificada genéticamente. El reciente hallazgo de ADN desconocido en semillas de soja Roundup Ready producida por Monsanto confirma las críticas hacia la tecnologías transgénicas. Debido a que la información sobre los insertos y el ADN de la soja son incompletos no se puede llegar a una conclusión definitiva sobre efectos tóxicos o nocivos de la soja RR sobre seres humanos.

Luego está el tema de los agroquímicos. Con el cultivo de la soja RR el herbicida más vendido del país es el glifosato, que es un dato inquietante porque los estudios recientes toxicológicos realizados por instituciones independientes refutan su “benignidad toxicológica”. Se demostró toxicidad subaguda (lesiones de glándulas salivales), toxicidad crónica (lesiones gástricas), daños genéticos, trastornos reproductivos y carcinogénesis. Todo esto en ratas. Y cáncer tiroideo en ratas hembras.

Como si esto no bastara se agrega el alerta sanitario emitido por la OMS respecto a la presencia de acrilamida tóxica en alimentos cocidos estando casualmente relacionado con el glifosato. Las evidencias parecen indicar con precisión que la acrilamida es liberada por la poliacrilamida ambiental, cuya fuente principal se halla en las fórmulas herbicidas en base a glifosato.

Los últimos estudios científicos descubrieron que el tratamiento con glifosato de legumbres incrementa el nivel de fitoestrógenos. Si esto es confirmado daría la evidencia de que los cultivos transgénicos no sólo son diferentes a los orgánicos, sino también podrían tener un impacto dramático sobre la salud y bienestar de quienes dependen del aporte proteico de la soja como pilar de su dieta (lo copié textualmente). Monsanto para la aprobación de la soja RR presentó estudios sobre porotos no tratados con glifosato.

En genéricos hablamos de equivalentes y decimos que son intercambiables cuando son iguales (con la misma curva de bioequivalencia).

En este tema hablan de “equivalencia sustancial” que es un concepto seudocientífico porque en realidad no es más que una proposición económica y política que se pretende disfrazar como científica, con el fin de proveer una excusa para que no fueran requeridos los estudios bioquímicos o toxicológicos. En la práctica, cuando una variedad genéticamente modificada es considerada “sustancialmente equivalente” a otras variedades convencionales, ésta queda exenta de cualquier requerimiento de detección de ulteriores características imprevisibles.

Proliferación anárquica y enmascarada. COPYRIGHT ARGENPRESS.INFO © 2002 - 2004

Estados Unidos, con el 63% del total de cultivos transgénicos en el mundo, firma acuerdos de libre comercio que facilitan sus exportaciones, invaden mercados y benefician a sus empresas. Como no existen métodos de control ni de elección, los consumidores de otros países también se exponen a los transgénicos sin percatarse.
Por otro lado, la contaminación genética es un hecho constatado y real, que conlleva la dispersión silenciosa de los transgenes a otras variedades y alimentos normales. En otros lugares del mundo, contrabando y plantaciones transgénicas ilegales. Vista gorda. Primero expandir de cualquier forma. Luego legislar, legalizar y finalmente monopolizar.

En la solidaridad se esconde otra forma de propagación muy peligrosa. En varios países se ha detectado ayuda alimenticia con porcentajes transgénicos. En Nicaragua, una ONG llamada 'Soy Nica', promociona el uso de la soja, incluso como sustituto del vaso de leche en niños de preescolar. Dispone de una microempresa de productos derivados de la soja, que fue financiada por la Fundación Interamericana-IAF. Basta un pequeño paseo por la web, para descubrir que 'La Fundación Interamericana (IAF) está gobernada por un Consejo Directivo integrado por nueve miembros designados por el Presidente de EE.UU...

En Argentina, con el 'Plan de Soja Solidaria' de telón de fondo, la diputada María E. Talotti elaboró una ley que pretende imponer la soja, obligando su inclusión en comedores, colegios, hogares y jardines maternos de Buenos Aires, alegando que se está '... contribuyendo a mejorar la situación de muchos niños, adolescentes y adultos que por distintas razones no reciben la alimentación adecuada.' Mientras, numerosos expertos desaconsejan la soja, especialmente en niños menores de cinco años y sobretodo en menores de dos.

Y este amor platónico a la soja ¿A qué se debe?. Es muy sencillo y a la vez monstruoso. Si se analiza que el 61% de la soja en el mundo es transgénica y patentada, se deduce el interés que tienen algunos en inventar nuevo hábitos alimenticios y de esta forma abrir mercados.

Los OMG no entienden ni obedecen las normas burocráticas y administrativas que el humano crea. Carecen de ética y moral. Un OMG no para cuando el semáforo está en rojo, no va a la iglesia, ni tampoco se indigna, al ver las fotos de presos torturados en Irak. Un transgénico, no sabe ni entiende si es de consumo humano o no.
El maíz transgénico Starlink no es apto para el humano, pero logró contaminar maíz normal que si lo era. Luego, se filtró a los 'Taco Bell' de la marca Kraft, hasta que se detectó. Para ese entonces, muchas personas ya lo habían ingerido, y hoy se cree que podía ser la causa de decenas de alergias, en ciudadanos estadounidenses.

Este caso deja clara una cosa: Las normas humanas no valen y la inocuidad de los transgénicos pasa por domarlos. Algo imposible hoy en día. Los manuales, los paquetes tecnológicos, la lógica y el saber científico se quedan en papel mojado, ante la cantidad y complejidad de fenómenos y procesos, que puede sufrir el ADN manipulado y el OMG dentro del ecosistema. Creemos conocer el universo y a duras penas llegamos a Marte.

Dijeron que no pasaría, pero parece que ya está pasando.

El estudio más importante, para determinar las consecuencias en la salud y el medio ambiente de un alimento transgénico, fue efectuado por el Dr. Arpand Pusztai, en el Instituto Rowett de Escocia. Las pruebas de laboratorio en ratas alimentadas con patatas transgénicas, mostraron debilitamiento del sistema inmunológico, desarreglos en el desarrollo de órganos internos, interferencia en el crecimiento de ratas jóvenes y cambios en la estructura y función intestinal.

El Dr. Stanley Ewen, histopatólogo consultante en el Grampian University Hospitals Trust (Aberdeen - Escocia), citó información que profundiza en las consecuencias gastrointestinales de ratas alimentadas con patatas transgénicas y narró efectos en el hígado de ratas femeninas, alimentadas con soja transgénica. Pruebas en ratones con patatas transgénicas portadoras de la toxina Bt, revelaron problemas en la parte inferior del intestino delgado (ileón).
Un informe presentado a la FDA, anterior al año 1999, descubría daños en el estómago de ratones femeninos, alimentados con tomates transgénicos Flavr Savs. En pruebas efectuadas a la soja transgénica RR, se detectó una reducción considerable de fitoestrógenos. Y en los estudios del maíz transgénico Chardon LL, se observaron diferencias significativas en grasa, fibras y proteínas, respecto a la contraparte natural.

Patrice Courvalin, Director de la Unidad de Agentes Antibacterianos del Instituto Pasteur, se adentra en otro de los riesgos: resistencia a antibióticos. El problema médico sería grave. Muchos antibióticos podrían quedar neutralizados por las bacterias patógenas. Advierte que las posibilidades y mecanismos de intercambio de material genético entre organismos es inmensa.
Bacterias patógenas podrían asimilar el gen transgénico de resistencia, en el aparato digestivo, a través de un alimento transgénico que lo contenga. También por las bacterias de los campos, una vez la planta transgénica se descompone. Courvalin cita genes de resistencia, utilizados ya por las multinacionales. El gen blaTEM-1, se inserta en un maíz transgénico de la empresa Novartis y es capaz de generar la penicilinasa, que puede degradar las penicilinas (penicilina G, ampicilina, amoxicilina, etc...).

En el año 2002, en la Universidad de Newcastle se realizaron las primeras pruebas en humanos, demostrando que después de una sola comida, material transgénico había sido adquirido por las bacterias del intestino, en tres de las siete personas con colostomía que participaron del ensayo. Contrariamente a lo que dice la ciencia corporativa y privada, el material transgénico no pudo ser eliminado en el aparato digestivo humano. Dicha persistencia, también permitiría que los genes transgénicos se pudieran transferir a la sangre y al genoma de células de mamíferos, con el riesgo de cáncer.

En Filipinas, personas que viven cerca de campos de maíz transgénico, tuvieron diversos problemas, coincidiendo con la época de mayor presencia de polen en el ambiente. Terje Traavik, director del Norwegian Institute for Gene Ecology, detectó que las muestras de sangre contenían los anticuerpos que el organismo genera, ante la presencia de la toxina Bt, que es la que contiene el maíz transgénico Bt11.
En Reino Unido, el York Nutritional Laboratory denunció años atrás, un aumento del 50% de alergias relacionadas a la soja. En Irlanda, el Irish Doctors' Environmental Association, detectó un incremento de alergias en niños, también relacionadas con la soja.
En los tres casos expuestos, no hay pruebas exactas de que el maíz y la soja transgénica, sean la causa de afectaciones y alergias; pero existen sospechas, que deberían inducir medidas preventivas e investigaciones profundas. Sobretodo, porque investigaciones realizadas por Tayabali y Seligy, detectaron que la toxina Bt11 y sus subespecies, producían toxicidad en células humanas expuestas.
Algunos tecnócratas, alegarán que el aerosol Bt utilizado en agricultura biológica, también produce dicha toxicidad. Pero omiten que solo puede afectar a quién lo aplica, si éste no toma las precauciones adecuadas. Y si se limpia bien la cosecha que se roció con Bt, se eliminarán las bacterias y sus esporas. Sin embargo, las cosechas transgénicas, llevan las toxinas Bt en cada una de sus células, por lo que la ingestión de éstas es inevitable. Además, se pueden propagar con el polen, contaminar otras cosechas y plantas silvestres y acabar filtradas en nuestra dieta, sin enterarnos (claro ejemplo, el del maíz Starlink).

Otro riesgo, es el consumo de alimentos transgénicos atiborrados con químicos. En Estados Unidos, según el Departamento de Agricultura, ha existido un aumento neto de 50 millones de libras de pesticidas, coincidiendo con el ascenso de los cultivos transgénicos.
En Argentina, en seis años se ha multiplicado por diez, la cantidad de Roundup (Glifosato) aplicado en los campos, debido al incremento de cultivos de soja transgénica que lo requieren. El glifosato es peligroso, puede provocar diversos problemas en la salud humana y como todos los agroquímicos, desarrolla un impacto negativo en el medio ambiente.

Existen otros factores de riesgo menos conocidos, como la alimentación de animales de granja, con forraje transgénico, o la proliferación en el ambiente, transferencia y posible recombinación, del transgén barnasa, utilizado para obtener la esterilidad en la planta.

Durante la fase de creación del OMG, también pueden surgir potenciales riesgos para la salud de las personas. La ingeniería genética permite crear rápidamente en un laboratorio, millones de recombinaciones genéticas inéditas, entre ADN de distintas especies, que no podrían ocasionarse en la naturaleza. Como se decía antes, los organismos transgénicos son altamente inestables, por lo que pueden fragmentarse, produciendo efectos inesperados y transfiriendo genes a otras especies cercanas (transferencia horizontal).
Por si fuera poco, los virus y bacterias son manipulados genéticamente y sirven de banco de genes para otras modificaciones. Por eso, en el año 2003, el Grupo de Ciencia Independiente advirtió que estos productos no son seguros y que sus peligros son inherentes al proceso mismo de ingeniería genética, afirmando que manejar genes puede causar la creación accidental de supervirus, secuencias transgénicas que pueden inducir cáncer o acelerar el desarrollo de bacterias resistentes a antibióticos.

Conclusión: Dudas, anomalías, bacterias patógenas, falta de transparencia, incertidumbre, favoritismo, secretismo, virus, estudios incompletos, recombinaciones, científicos presionados, dólares, administración corrupta, riesgos, sospechas, química, debate, alergias, confrontación, laboratorios, falta de voluntad, informes defectuosos, procedimientos inadecuados, presiones, desinformación, equivalencias, cáncer, desconocimiento, interrogantes, etc... Creo que se me quitó el apetito. ¿Y a usted?

La Paradoja de los Transgénicos en Argentina. Por Lilian Joensen-Mae-Wan Ho

Los impulsores de los alimentos manipulados genéticamente sostienen que son necesarios para combatir el hambre en los países en desarrollo y reducir el uso de plaguicidas. La experiencia, sin embargo, demuestra lo contrario: los cultivos transgénicos exacerbaron la pobreza y el hambre, incrementaron el uso de herbicidas, crearon nuevos riesgos para la salud, provocaron deforestación y destruyeron tierras agrícolas y medios de vida.

En los años 90, durante el gobierno neoliberal de Carlos Menem (1989-1999), la política económica estimulada por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial llevó a la privatización de los servicios de agua, electricidad, ferrocarriles, petróleo, gas, minería, etc.
La economía fue informalmente dolarizada por el llamado 'plan de libre convertibilidad' del peso, que fijó el valor de la moneda nacional al dólar. Así, se volvió más barato importar. La industria nacional no soportó la competencia y pronto sucumbió, mientras el capital transnacional obtenía rienda libre. Los recortes del gasto público provocaron un grave deterioro de los sistemas de salud y educación para la mayoría de la población.

En este marco, la investigación científica en las universidades y otras instituciones públicas fue secuestrada por las empresas multinacionales de biotecnología, lo que dio lugar a una orgía de experimentos transgénicos. Pronto, la agroindustria (Monsanto, Aventis, Dow, Bayer, Cargill, entre otras grandes empresas) controlaba libremente la política agrícola argentina.

Como resultado, Argentina produce hoy soja transgénica en casi 13 millones de hectáreas de su territorio. Esta enorme expansión ocurrió a expensas de los cultivos tradicionales de alta calidad y de la producción de ganado. Un país que producía alimentos variados y saludables para el óctuplo de su población, hoy debe importar leche, lentejas, arvejas, algodón y otros productos.

Unas 160.000 familias de pequeños agricultores argentinos abandonaron sus tierras en la última década, incapaces de competir con los grandes hacendados. La soja transgénica sirvió para exacerbar esta tendencia hacia la agricultura industrial, de gran escala, acelerando la pobreza.

La soja Roundup Ready de la empresa biotecnológica Monsanto requiere claramente más, y no menos, herbicidas que la soja convencional. En 2001, se utilizaron 9,1 millones de kilogramos más de herbicidas en plantaciones de soja transgénica que en la convencional. Además, el uso de glifosato se duplicó al pasar de 28 millones de litros en el período 1997-98 a 56 millones en 1998-99, y llegó a 100 millones en la última temporada (2002).

La soja Roundup Ready también rinde de cinco a 10 por ciento menos que las variedades no transgénicas cultivadas en suelos similares, como concluyeron estudios realizados en Estados Unidos. Científicos de la Universidad de Arkansas demostraron que el desarrollo de las raíces, la formación de nódulos y la fijación de nitrógeno son inferiores en algunas variedades de soja Roundup Ready, especialmente en condiciones de sequía o en campos de baja fertilidad. Esto se debe a que la bacteria simbiótica que fija el nitrógeno en la soya, la Bradyrhizobium japonicum, es muy sensible a la sequía y al Roundup.

Argentina comenzó a concentrarse en la exportación de soja cuando debió rembolsar deuda externa con ingresos obtenidos mediante productos básicos de exportación. En el último cuarto de siglo, la producción de soja aumentó a un ritmo sin precedentes, de una superficie de 38.000 hectáreas en la década de 1970 a 13 millones de hectáreas en la actualidad. Cerca de 70 por ciento de la soja cosechada se convierte en aceite, la mayoría del cual se exporta. Argentina provee 81 por ciento del aceite de soja y 36 por ciento de la harina de soja exportados mundialmente.

El mercado de la soja es floreciente, y la oferta de Monsanto de semillas de soja Roundup Ready subsidiadas y de glifosato barato en 1996 resultó irresistible para los agricultores argentinos.

Casi la totalidad de las 13 millones de hectáreas de cultivos de soja están ocupadas por soja transgénica, y en particular Roundup Ready. El algodón y el maíz transgénicos cubren otro millón de hectáreas en conjunto. Monsanto también solicitó permiso para cultivar maíz Roundup Ready.

Argentina es actualmente el segundo productor mundial de soja transgénica. El país ha convertido su tradicional agricultura mixta y de rotación, que aseguraba la fertilidad del suelo y minimizaba el uso de plaguicidas, en un virtual monocultivo de soja transgénica.

Los problemas financieros de los agricultores seguramente empeorarán ahora que Monsanto comenzó a cobrarles regalías por sus semillas. Antes, los agricultores podían utilizar sin cargo las semillas obtenidas en sus cosechas. Ahora, casi 10 millones de hectáreas de tierras pertenecientes a pequeños agricultores en quiebra van a ser rematadas por bancos.

Ante el incremento de la pobreza, la superabundancia de soja y el déficit de otros productos agrícolas, el gobierno comenzó a promover la soja como una alternativa saludable a alimentos tradicionales como la carne y la leche. Así, lanzó la campaña Soja Solidaria. Los comedores populares comenzaron a servir comidas a base de soja, y los libros de cocina incluyen recetas también a base de soja. Como resultado, muchos argentinos consumen soja a diario.

Sin embargo, abundantes pruebas científicas demuestran que una dieta con demasiada soja puede tener efectos perjudiciales, como inhibir la absorción de calcio, hierro, cinc y vitamina B12. Los médicos argentinos ya están observando esos síntomas. Uno de los problemas más preocupantes es la pubertad temprana en las niñas, posiblemente vinculada con los altos niveles de fitoestrógeno de la soja.

Otros problemas de salud son consecuencia del uso extendido de glifosato (Roundup), que está invadiendo el suministro de agua. Trascendió que el producto es a veces rociado desde el aire, sobre campos, casas y personas. Los efectos más visibles son irritaciones de la piel y los ojos, pero informes de médicos y residentes locales sugieren también un pronunciado aumento de la incidencia de cáncer en poblaciones cercanas a cultivos de soja Roundup Ready.

Campesinos de Santiago del Estero, en el norte de Argentina, denunciaron amenazas de grandes terratenientes vinculados a empresas semilleras y respaldados por fuerzas policiales y parapoliciales que pretenden sacarlos de sus tierras para plantar soja Roundup Ready, aunque han vivido allí durante generaciones. Uno de los métodos que utilizan para intimidarlos consiste en prender fuego a los bosques y hacer disparos.

Estudios realizados en la Universidad de la Provincia de Formosa revelaron graves problemas de salud en comunidades de agricultores debido a la fumigación con pesticidas sobre campos vecinos cultivados con soja Roundup Ready. Su producción vegetal y animal, de la que dependen para vivir, ha sido completamente destruida. Un juez prohibió el uso de pesticidas sobre soja Roundup Ready, pero las grandes empresas ignoran la prohibición y siguen fumigando.

También han aparecido hierbas resistentes al Roundup, entre ellas Commelia erecta, Convulvulus arvensis, Ipomoea purpurea, Iresine difusa, Hybanthus parviflorus, Parietaria debilis, Viola arvensis, Petunia axillaris, Verbena sp, Hybanthu sparviflorus, Tragopogon sp, Senecio pampeanus, Sonchu soleraceus, Sonchu sasper y Taraxa cumofficinale.
Para combatirlas, se volvió a utilizar herbicidas altamente tóxicos, a los que el glifosato supuestamente debía reemplazar, algunos de ellos prohibidos en otros países. Se trata de 2,4 D, 2,4DB, Atrazina, Paraquat, metsulfuron-metil e Imazetapyr. También ha surgido un hongo nuevo en Argentina (Phakopsora sp.), que se está extendiendo y requiere un fungicida adicional.
Para combatir el 'complejo de insectos' que invade las plantaciones de soja (Nezara viridula, Piezodorus guildinii, Edessa meditabunda, Dichelops furcatus), se recomienda a los productores usar endosulfato junto con cipermetrina, cuya mezcla es extremadamente tóxica para las abejas y los peces, y muy tóxica para las aves. Las recomendaciones incluyen el precio de los insecticidas, incluso de la fumigación aérea.

El equilibrio agrícola de Argentina se vio gravemente afectado por la concentración en la exportación de soja. La producción tradicional de leche, trigo y carne disminuyó, y ahora el país importa lo que antes exportaba. Otros productos, como lentejas, arvejas, maíz dulce y distintas variedades de papa y boniato han desaparecido, junto con las industrias que los procesaban.
Los productores de miel también fueron afectados por la contaminación transgénica, la pérdida de diversidad de flora y la muerte de abejas intoxicadas con herbicidas. Esto no sólo es malo para la economía nacional, sino también para la salud y la nutrición de toda la población.

La plantación de soja comenzó en la Pampa argentina, una de las seis regiones de mayor productividad agrícola del mundo, con unos nueve millones de hectáreas de suelo alguna vez rico en nutrientes y materia orgánica. Hace 10 años, se introdujo el método de siembra directa para reducir la erosión. Las semillas se plantan directamente en la tierra, sin ararla antes, y se utilizan herbicidas para eliminar las hierbas. La siembra directa es promovida como una técnica agrícola ambientalmente sustentable.

Cuando se lanzó la soja transgénica tolerante a herbicidas, fue ampliamente aceptada en Argentina, porque se adecuaba a la perfección al método de siembra directa. La tasa de adopción de la soja transgénica sobrepasó incluso las expectativas de los vendedores más optimistas de la industria, desde que los agricultores comenzaron a usar glifosato para eliminar hierbas en combinación con la soja transgénica, tolerante al glifosato.
Pero pronto aparecieron problemas. Aunque la siembra directa redujo el ritmo de erosión, aparecieron nuevas pestes, y el nivel de nitrógeno y fosfatos del suelo disminuyó de manera notable. Más recientemente, aparecieron hierbas resistentes a herbicidas, lo que hizo necesario el uso de productos más tóxicos, como ya se mencionó.

La conversión de tierras para plantaciones de soja Roundup Ready provocó deforestación en Argentina, con graves efectos sobre la biodiversidad y los recursos hídricos. 'Hemos perdido más de 130.000 hectáreas de bosques', lamentó Javier Corcuera, director de la Fundación Vida Silvestre de Argentina. 'Si seguimos así, sólo podremos esperar más inundaciones y menos recursos naturales para la población'.

La técnica de la siembra directa con soja Roundup Ready, promovida como forma de reducir las emisiones de dióxido de carbono, provoca además la compactación del suelo, lo que exige más agroquímicos cada año.

'En Argentina, la historia de 'éxito' de la soja debe atribuirse principalmente al marketing de las compañías semilleras involucradas, y no a razones científicas ni a la experiencia agrícola', afirmó Walter Pengue, Ingeniero Agrónomo especializado en mejoramiento genético de la Universidad de Buenos Aires.

http://www.bolinfodecarlos.com.ar/soja_efectos.htm#La_Paradoja_de_los_Transgénicos

Veneno que cae del cielo: el herbicida glifosato

El herbicida glifosato fue identificado en 1974 por John Franz, un científico que trabajaba para la multinacional agroindustrial Monsanto, con sede en Estados Unidos. Hoy Monsanto se jacta de que sus productos a base de glifosato, con inclusión del herbicida Roundup, están “entre los herbicidas más usados del mundo”.
El glifosato funciona interfiriendo en el metabolismo de la planta; pocos días después de la fumigación, las plantas se marchitan, se ponen amarillas y se mueren. Los herbicidas a base de glifosato contienen también productos químicos que hacen que el herbicida se adhiera a las hojas, de modo que el glifosato pueda pasar de la superficie a las células de la planta.
Luego de la fumigación, los herbicidas a base de glifosato pueden permanecer en los suelos por largos períodos . El herbicida puede filtrarse a campos vecinos, cursos de agua o setos vivos. El Roundup mata los insectos benéficos y acaba con el hábitat de aves y animales. El glifosato causa daños genéticos a los peces. Según Rick Relyea, profesor adjunto de biología de la Universidad de Pittsburgh, es “extremadamente letal para los anfibios”. Es peligroso para las lombrices de tierra. El glifosato reduce la fijación del nitrógeno. El Roundup reduce el crecimiento de los hongos micorrizógenos y puede aumentar la propagación y la gravedad de las enfermedades de los vegetales (véase el Boletín Nº 18 del WRM).
Los impactos que los herbicidas a base de glifosato pueden tener sobre la salud humana son variados: daños genéticos, tumores en la piel, problemas de tiroides, anemia, dolores de cabeza, sangrado de nariz, mareos, cansancio, náuseas, irritaciones de ojos y piel, asma y dificultades respiratorias, entre otros. Diversos estudios indican que existe una relación entre los herbicidas a base de glifosato y el linfoma no Hodgkins, un tipo de cáncer.
Considerando la cantidad de dinero que Monsanto obtiene de las ventas de productos a base de glifosato, no sorprende que la empresa desmerezca los riesgos que ocasiona el glifosato a la salud. Monsanto declara que los herbicidas a base de glifosato son de “bajo riesgo para la salud humana” siempre que se utilicen “según las indicaciones que figuran en la etiqueta”.
Los herbicidas a base de glifosato son muy utilizados en la agricultura. Monsanto ha desarrollado una serie de cultivos de ingeniería genética, llamados Roundup Ready, que no son dañados por el Roundup, sin importar cuánto se le eche a los cultivos. Los que ciertamente sí resultan dañados son los ambientes y los residentes locales.
Los herbicidas a base de glifosato se utilizan también en las plantaciones forestales industriales con el fin de matar toda planta que pudiera competir con los árboles por el agua y los nutrientes del suelo. Esto es de especial importancia para los encargados de las plantaciones establecidas en tierras que antes estaban cubiertas por bosques, para impedir que el bosque vuelva a crecer. El herbicida de glifosato se usa a menudo para matar a los mismos árboles una vez que se han cosechado, en especial los eucaliptos, que vuelven a crecer cuando se los tala. Después de dos o tres rotaciones, sin embargo, no crecen tan rápido como los plantines nuevos. Además, a menudo los encargados de las plantaciones prefieren los plantines resultantes del último programa de mejoramiento de la empresa en lugar de permitir que los antiguos árboles vuelvan a crecer. Por consiguiente, es habitual la fumigación con herbicidas a base de glifosato de grandes extensiones de plantaciones forestales.
Pero quizás el uso más controvertido de los herbicidas de glifosato es la “guerra contra las drogas” del gobierno de los Estados Unidos. Ya hace varios años que Estados Unidos financia las fumigaciones aéreas sobre los cultivos de coca y amapola en Colombia.
En el año 2000 el gobierno de Clinton aprobó un paquete de ayuda de US$ 1.300 millones llamado Plan Colombia, destinado en parte a eliminar la producción de drogas en Colombia. Cinco años y US$ 4.500 millones de “ayuda” estadounidense más tarde, el Plan Colombia no ha logrado detener la producción de coca en este país. La disponibilidad, el precio y la pureza de la cocaína en Estados Unidos, 90% de la cual proviene de Colombia, han permanecido estables.
La empresa DynCorp International, contratista militar de Estados Unidos, lleva a cabo las fumigaciones y para ello utiliza el Roundup de Monsanto con otros agregados. Para cumplir con su contrato en virtud del Plan Colombia, DynCorp emplea a más de 300 personas y cuenta con 88 aviones en Colombia. En 2004 las fumigaciones aéreas alcanzaron niveles sin precedentes; según el Departamento de Estado de Estados Unidos se fumigaron más de 330.000 hectáreas de cultivos de coca y amapola. Sin embargo, la superficie cultivada con coca en 2005 fue casi idéntica a la de 2003.
Las fumigaciones aéreas están teniendo terribles consecuencias para las personas que viven en zonas rurales de Colombia. El herbicida no mata solamente los cultivos de coca sino que también mata cultivos alimentarios, ganado y peces. Se han destruido zonas de bosques en operaciones que recuerdan las fumigaciones con Agente Naranja (otro producto de Monsanto) durante la guerra de Estados Unidos en Vietnam. Y se destruyen más bosques cuando los campesinos cuyos cultivos fueron fumigados se internan aún más en el bosque y despejan las tierras para un nuevo cultivo de coca.
Los registros médicos de los hospitales de las zonas donde ha habido fumigaciones muestran aumentos significativos de las irritaciones de piel y ojos, fiebre, dolores de estómago y problemas respiratorios entre los pobladores locales.
Desde que comenzó el Plan Colombia, la embajada de Estados Unidos en Bogotá ha recibido más de 12.000 reclamaciones relativas a las fumigaciones con herbicidas, de parte de habitantes de las zonas rurales de Colombia. Sin embargo, solamente doce personas han sido indemnizadas como resultado de estas reclamaciones. El total de pagos por indemnizaciones asciende a US$ 30.000.
En mayo de 2005 el Departamento de Estado de los Estados Unidos adjudicó un nuevo contrato a DynCorp para continuar con las fumigaciones en Colombia. En virtud del nuevo contrato, DynCorp recibirá US$ 174 millones por año.
El hecho de que el Plan Colombia no esté reduciendo la producción de drogas no parece ser importante. Mientras el veneno de Monsanto siga lloviendo del cielo, se seguirá destruyendo la salud de las personas, su forma de sustento y el medio ambiente.
Por Chris Lang, correo electrónico: http://chrislang.org
Fuente: Boletín Nº 97 del WRM, agosto de 2005